Todavía permanece el grato recuerdo del Sínodo sobre la Palabra de Dios, que se celebró durante el pasado octubre. Nosotros, ministros ordenados, hemos recibido del Señor, a través de la mediación de la Iglesia, el encargo de predicar la palabra de Dios hasta los confines de la tierra, anunciando la persona de Jesucristo, muerto y resucitado,su Palabra y su Reino a toda creatura. Esta Palabra – como afirma el Mensaje final delSínodo – tiene su voz, la Revelación; su rostro, Jesucristo; su camino, la Misión. Conocer la Revelación, adherirse incondicionalmente a Cristo, como discípulo fascinado y enamorado, partir con Jesús y con El hacia la Misión…, es cuanto se espera, de un modo totalmente sin reservas, de un Diácono permanente. De un buen discípulo nace un buen misionero.
SERVICIO AL ALTAR
sábado, 26 de junio de 2010
Carta del Cardenal Hummes a los diáconos permanentes (Agosto 2009).
Extraído del documento: