SERVICIO AL ALTAR

domingo, 20 de junio de 2010

El comienzo.

La Iglesia está llamada a predicar la misericordia y el perdón y a educar en la misericordia y en el perdón. A la Iglesia el Señor le ha confiado el ministerio de la reconciliación. La reconciliación de los hombres con Dios, la reconciliación de los hombres entre sí y la reconciliación de cada uno consigo mismo.

Querido José Carlos, en esta Iglesia, sacramento de reconciliación y amor, en esta Iglesia llamada a predicar el Evangelio de la misericordia, vas a ser hoy ordenado diácono.

Dentro de un momento, por la imposición de mis manos y la invocación al Espíritu Santo, vas a ser injertado en el sacramento del orden, para ser signo de Jesucristo que ha venido al mundo no para ser servido, sino para servir, y dar su vida por todos.

Tu tarea, José Carlos, va a ser la de ser intérprete de las necesidades y los deseos de la comunidad cristiana. Tu tarea es la de estar al servicio del pueblo de Dios, en la diaconía de la liturgia, de la palabra y de la caridad. Vas a ser llamado al oficio de enseñar para proclamar la Palabra de Dios, y para instruir, exhortar al pueblo, como expresaremos cuando te haga entrega del libro de los Santos Evangelios. Vas a ser llamado a santificar, al oficio de santificar mediante la oración, la administración solemne del Bautismo, la conservación y distribución de la Eucaristía, y la presidencia de los ritos exequiales. Que la Eucaristía sea, José Carlos, el centro de tu vida, que la Eucaristía lo llene todo. Y finalmente, vas a ser llamado para el oficio de la caridad, que es el oficio más característico del diácono, animando a la comunidad cristiana, en su deber sagrado de cuidar a los pobres. Que toda tu vida, José Carlos, en este misterio que la Iglesia te confía, esté siempre marcado por el signo de la misericordia, del perdón y de la reconciliación, unido a Jesucristo, el siervo de Dios, el siervo de Yaveh (cf Isaias 42), que vino a dar cumplimiento a la profecía de Isaías, anunciando a los pobres la buena noticia, proclamando la liberación a los cautivos, la vista a los ciegos, la libertad a los oprimidos, y proclamando el año de gracia del Señor (cf Isaías 61, 1-2) . Y todo esto que la Iglesia te confía y esta espiritualidad que brota del ministerio diaconal deberás integrarlo armónicamente, con la ayuda del Señor, en esa otra espiritualidad que brota de un sacramento que ya has recibido, el sacramento del matrimonio. Junto a tu esposa Rosa, que con tanto cariño y tanta generosidad te ha acompañado en tu formación al diaconado, has de vivir y potenciar tu vocación y misión como esposo y como padre. Siendo, junto a tu mujer, signo del amor inquebrantable e indisoluble del amor de Cristo por su Iglesia, y haciendo juntos, de vuestro hogar, una pequeña Iglesia doméstica, en la que vuestros hijos crezcan felices alabando a Dios y progresando en el amor a Dios y a los hermanos.

Extracto de la Homilia de Ordenación diacaonal 15/09/2002

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