SERVICIO AL ALTAR

miércoles, 23 de junio de 2010

EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO Y EL SACRAMENTO DEL ORDEN, AL SERVICIO DE LA COMUNIÓN

Jesús ha confiado a la Iglesia la continuación de su presencia salvadora entre los hombres, por la acción del Espíritu Santo. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo; es sacramento, signo, de la presencia salvadora de Cristo, su Cabeza. La Iglesia es el sacramento de la salvación de Cristo glorioso. Los sacramentos de la Iglesia derivan de la fuerza espiritual de Cristo glorificado.

El matrimonio, como sacramento, implica una riqueza antropológica; en él se da la radicalidad del fundamento antropológico. Hay un aspecto humano, que pertenece al orden de la creación, y un aspecto divino, que pertenece al orden de la alianza.
En cuanto al matrimonio, el Concilio habla de forma positiva de la sexualidad, del matrimonio como Iglesia doméstica, de que es una comunidad de vida y de amor, de que es un sacramento permanente (LG 11,41).

El matrimonio es símbolo del amor de Dios. Desde el momento en que reciben el sacramento del matrimonio, los esposos reciben la gracia de Dios para vivir su unión y su amor según la voluntad del Padre.

El amor conyugal es un amor encarnado. El matrimonio supone el amor y es a la vez expresión encarnada y realización del mismo. El matrimonio es amor, un amor que implica el hombre total, que incluye todos los aspectos constitutivos de la realidad criatura: sentimiento y voluntad, cuerpo y espíritu, sexo, eros y ágape.

El matrimonio es una realidad creatural, y como tal, participa de la bondad y dignidad de los cuerpos creados; la sexualidad y el amor son parte de la Creación de Dios, algo intrínsecamente bueno y querido por Dios; Dios, al contemplar su obra, ve y dice que es buena (Gn 2,25). El matrimonio y la sexualidad tienen su origen en Dios, y en El encuentran su pleno sentido, son obra y don de Dios Creador (Gn 4). En la Biblia, la sexualidad y el amor entre el hombre y la mujer tienen una dimensión religiosa, con la originalidad de la fe en Yahvé Creador, origen de todo lo creado.

El encuentro entre el hombre y la mujer supone la complementariedad y la igualdad, por lo cual los dos se sitúan en el mismo plano de dignidad y valor. El hombre y la mujer reciben una misión de creatividad, de co-creación y dominio del mundo (Gn 1,28); es dentro de esta creatividad que se ha de contemplar la procreación, los hijos. Matrimonio y familia se insertan en un contexto más amplio de sociedad, en una tarea más ambiciosa de creatividad.

En el Nuevo Testamento, Juan define y nos muestra a Dios como Amor (1Jn 4,8). Jesús reconoce el valor del matrimonio, acepta el simbolismo profético e ilumina su misión con la imagen de la boda; Jesús es presentado como el esposo (Mt 9,15). Jesús ama a su Iglesia y se ha entregado a la muerte por ella; así mismo los maridos han de amar a sus esposas, como al propio cuerpo:

Igualmente, los maridos han de amar a la mujer como al propi cuerpo […] También Cristo lo hace así con la Iglesia, ya que son miembros de su cuerpo. Por esto, tal como dice la Escritura, el hombre deja el padre y la madre para unirse a su mujer, y los dos forman una sola carne. Este misterio es grande: yo entiendo que se refiere a Cristo y la Iglesia, y que también vale para vosotros (Ef 5, 23-32).

(Recensión de parte de la Tesina que se cita)

Tesina de Licenciatura
Director: Mn. Joan Torra Bitlloch
Alumna: Montserrat Martínez Deschamps
Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Barcelona
Barcelona, 2005